El sistema de partidos…

Fragmentos de El sistema de partidos como sistema antidemocrático: la ciudadanía en una sociedad de élites y masas (1980)

Por Benjamin R. Barber

Profesor de la Universidad de Maryland (USA)

 

"La medida de la democracia es el AUTOGOBIERNO RESPONSABLE Y AUTÓNOMO DE LA COMUNIDAD."

 

 

"La representación política SACRIFICA el autogobierno y la autonomía."

"Los hombres y las mujeres que no son directamente responsables a través de la deliberación común, la decisión común y la acción común en lo que hace a las políticas que más les conciernen, no son realmente libres, por más que gocen de la propiedad, de la privacidad de sus vidas y de sus derechos individuales."

"La representación es incompatible con la igualdad porque, como escribiera de manera muy sagaz, el escritor católico francés del siglo XIX, Louis Veuillot cuando voto, mi igualdad cae dentro de la urna electoral; con mi votación desaparece a la vez ; porque la igualdad interpretada exclusivamente en términos de personalidad jurídica abstracta o equidad electoral o legal, omite las condiciones sociales y económicas de la vida real de los sujetos; porque la igualdad sin la comunidad no es sólo una ficción que puede separarlas tanto como unirlas, es algo más que eso, es, en la forma de gleichschaltung, el fantasma del terror de una sociedad de masas de clones de consumidores."

"La libertad, la igualdad y la justicia son valores “políticos” que dependen, para su coherencia conceptual y su viabilidad práctica del autogobierno y la ciudadanía."

Barber cita algunos párrafos de Los partidos políticos de Robert Michels:

- “Bajo el gobierno representativo la diferencia entre la democracia y la monarquía, ambas enraizadas en el sistema representativo, es completamente insignificante, una diferencia no en la sustancia, sino en la forma. El pueblo soberano elige, en lugar de a un rey, a un número de representantes. No poseer libertad e independencia suficientes para dirigir la vida del estado, permite dócilmente que a uno se le despoje de su derecho fundamental.”

- “Cada vez resulta más absurdo intentar “representar” a una masa heterónoma dentro de los innumerables problemas, que surgen de la creciente diferenciación de nuestra vida política y económica. Representar, en este sentido, viene a significar que el deseo puramente individual es una ficción y que se acepta como la voluntad de las masas”

Continúa Barber:

"Digamos, pues, que el sistema de partidos abriga una tendencia al elitismo centrípeto, porque el sistema de gobierno de partidos es, a fin de cuentas, un sistema ideado para el gobierno de líderes, y como Burke correctamente entendió, mientras los líderes son “vigilantes dignos de confianza… de los derechos y los provilegios de la gente”, su “obligación” es “darles información y recibirla de ellos”; un líder no puede “ir al colegio por ellos, aprender los principios de la ley y el gobierno”. Quiere decirse que los ciudadanos son los mejores votantes cuando eligen a sus líderes y los mejores clientes cuando son servidos diligentemente por ellos. No son ciudadanos en cualquier condición, ni pueden serlo."

"La opinión pública resulta ser la opinión privada creada con poder público; ante la ausencia de educación cívica y de una ciudadanía con experiencia política, el público puede ser únicamente un portavoz para los mejores capacitados, con imagen, accesos a los medios de comunicación, dinero y demagogia, para comprarla. En la frase de Burke, lo que no puede realizarse abiertamente, puede conseguirlo “el arte insidioso, al industria perversa y la tergiversación."

"…Y es que el gobierno representativo no sirve a los intereses de la comunidad, de la ciudadanía ni del autogobierno, y es desde este punto de vista, con respecto a la democracia real, ineludiblemente parabólico en su evolución, exactamente como predijo Michels. Los partidos políticos, pese a tener encomendada la función de mediar entre la autoridad y ciudadanía en una sociedad (en una república) compleja (Madison), son de hecho las instituciones de mediación menos eficaces y peor valoradas de la sociedad o la política."

"La democracia representativa es una teoría de democracia débil porque mantiene los valores democráticos sólo de forma provisional: son cautelosos, condicionales o instrumentales respecto a otros fines (libertad negativa, propiedad privada, etc), que en sí mismos son individualistas y privatistas. Ninguna convicción firme acerca del valor intrínseco que tiene la ciudadanía, la participación, los bienes públicos, la comunidad y el autogobierno puede prosperar a través del instrumentalismo. La democracia representativa no está demasiado lejos de la cínica formulación de Ambrose Bierce, que define a la política como “el manejo de los asuntos públicos para obtener beneficios privados”. Tiene más interés en promover la libertad individual que en asegurar la justicia pública; en potenciar los intereses (ya sea de la masa o de la élite) que en descubrir los bienes públicos; en separar y enfrentar a los individuos opuestos a través de la representación de partidos) que en unirlos de manera fructuosa (el gobierno se descubre como el promotor de los bienes de la comunidad a través de autogobierno comunitario). Es una democracia que define a la soberanía popular como control más que como participación.

La democracia representativa es siempre una democracia débil. Nunca promueve el deseo de participación o de asociación desinteresada (fraterna), la fuerza individual del que se considera miembro de la comunidad, la mutualidad de los bienes públicos y, quizás, lo más esencial, nunca podrá comprender tora la riqueza y la interdependencia humana que yace bajo toda vida política."

"La “teoría fuerte” de democracia, como me gustaría llamarla, toma a Rousseau como su mentor y coincide con John Dewey en que “la democracia no es una alternativa a otros principios de vida en sociedad. Es la idea de la vida misma en comunidad… [es] un nombre para una vida en comunión libre y enriquecedera”. Surge de la convicción de que no existen “aficionados” en política, porque no deben existir profesionales, e insiste en que la soberanía no puede estar supeditada ni representada sin mermar eventualmente la autonomía del sujeto o de la gente representada. La democracia representativa, como democracia débil, tiende a instruir a las mujeres y a los hombres en sus derechos y les ofrece herramientas para seleccionar y controlar a las élites que los gobiernan. La democracia fuerte los instruye en sus obligaciones (inextricablemente vinculadas a los derechos) y les enseña cómo gobernarse a sí mismos. Donde la democracia débil se retrata exclusivamente con el lenguaje del derecho, el interés, el poder, la privacidad, el contrato y la representación, la democracia fuerte emplea el lenguaje de la ciudadanía, la comunidad, la fraternidad, las responsabilidad, la obligación y la autorrealización, pero no como un modo de exclusión de aquéllos, sino para facilitar una comprensión más amplia de la interdependencia y la sociabilidad, que constituyen el verdadero contexto social y económico de la política. La política en la democracia fuerte no difiere mucho de las condiciones políticas que describió Michael Oajeshott, al equiparar a los ciudadanos con marineros en un “mar sin horizontes (donde) no hay ni puerto ni refugio, ni fondo donde anclar, ni punto de partida, ni destino señalado [y donde] el desafío estriba en mantenerse a flote en iguales calados y manteniendo el equilibrio". Esta imagen no va dirigida únicamente a los conservadores, pues se retrata una política que es un fin en sí misma, en lugar de tender hacia otros fines. Una política en la que el espíritu comunitario suscitado por la navegación entre los viajeros a bordo es tan importante como el puerto al que se dirigen. Una política en la que los rumbos a seguir, conocidos o improvisados, no dejan entrever a los intereses privados de la élite política ni a las pasiones fragmentarias e inducidas de las masas, sino a la voluntad deliberadamente común de ciudadanos activos."

"La estrategia es elemental, pero no por eso ineficaz: ofrecer a los ciudadanos posibilidades, pero privándoles de los instrumentos democráticos de la ciudadanía y poder acusarlos así de incompetencia; les ofrecen referenda pero no les proporcionan educación cívica ni el aislamiento mediático necesario para poder actuar y discernir políticamente y a renglón seguido se les reprocha su falta de juicio, de sentido político; los abruman con asuntos que “los expertos” no han sido capaces de resolver (el transporte escolar, la inflación, la energía atómica, la legislación sobre el derecho al trabajo) y luego les reprochan la indecisión, la falta de respuestas o la simple disposición para buscar una solución. Claro que los votantes no se convierten en ciudadanos activos de la noche a la mañana. El cliente electoral no se autogobierna en el transcurso de un día. El gobierno representativo ha tenido doscientos años [se refiere a EE.UU.] para cometer mil errores.

Al gobierno popular directo apenas si se les ha otorgado un solo día

. No es que queramos transformar con el gesto de una mano la democracia representativa en un modelo de democracia directa o en sustituir de un plumazo el sistema bipartidista por una extraña variedad de gobierno de asamblea participativa federal. Pero sí hay espacio para un cambio de énfasis, lejos del re-alineamiento de los partidos y de las simples reformas electorales. Hay espacio para un cambio en las instituciones democráticas favorable a la participación de todos los sujetos,

no ya en la elección de los gobernantes, sino en el gobierno mismo.

Estas instituciones, cimentadas sobre una teoría política de democracia fuerte, tendrán como prioridad la formación de los ciudadanos y la elaboración de políticas públicas, desde el diseño de nuevas iniciativas en la legislación, el trabajo común y la creación de ámbitos para la reflexión y la deliberación común y, cómo no, para la decisión común."

"John Stuart Mill, enemigo de la democracia directa y admirador de la representación proporcional, tenía devoción por la educación cívica, creía en una visión activa de la ciudadanía, por eso exclamó en On Liberty algo que ha sido pasado por alto por sus numerosísimos seguidores liberales:

- "El daño comienza cuando, en lugar de motivar la actividad y las capacidades de los individuos y los grupos, [el gobierno] sustituye su propia actividad por la de estos grupos e individuos; cuando, en lugar de formar, aconsejar y, en ocasiones, denunciar, los hace trabajar con grilletes o los mantiene al margen y hace su trabajo por ellos. El valor del Estado, a la larga, es el valor de los individuos que lo forman; y el Estado que posterga los intereses de su expansión mental [la de sus individuos] e incrementa la presión administrativa…; el Estado que eclipsa a sus hombres para que puedan ser instrumentos más dóciles en sus manos incluso para fines propios, acabará por reparar que con hombres pequeños ninguna gran empresa puede llevarse a cabo, que no pueden lograrse grandes hazañas; que la perfección de la maquinaria en cuyo nombre los ha sacrificado no sirve para nada, porque ha preferido prescindir de la fuerza necesaria para su funcionamiento".

Una respuesta to “El sistema de partidos…”

  1. curiosidadvirtual Says:

    Aún no se como aparecí en tu página, pero ha sido un gran descubrimiento.

    Sin más te aviso que te voy a sablear todos los textos, gracias anticipadas.

    Ahora voy a seguir leyendo tus entradas… que aun me quedan algunas.

    un saludo

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